Cuando en su retorno Florentino Pérez fichó a Cristiano, Kaká y Benzema de una tacada, y a Özil y Di Maria el pasado verano, el presidente del Madrid vislumbraba partidos como el de Sevilla. Cuatro talentos naturales capaces de ofrecer fútbol y goles. Futbolistas para no tener que hacerle exclamar, como ha hecho más de una vez cuando el equipo no le ha llenado el paladar, una expresión desangeladora: "Yo no he regresado para esto". Para satisfacción de su presidente, el sábado, por primera vez, los cinco futbolistas más dotados técnicamente del Madrid rindieron a gran nivel en un mismo partido. En sus contrataciones se implicó y se arremangó Pérez personalmente.
El del sábado fue el segundo partido que los cuatro virgueros formaron en el once inicial. El anterior fue en Riazor (0-0). Un partido en el que Di Maria,Özil y Kaká no se respetaron los espacios como en Sevilla, pero que aun así el Madrid pudo ganar por dominio y ocasiones. El resultado de la concatenación de las virtudes naturales del cuarteto más habilidoso fueron seis goles y en todos tuvieron presencia. Cristiano materializó cuatro, Özil intervino directamente en el primero, en el tercero, en el quinto y en el sexto. Kaká marcó uno y Benzema asistió a Cristiano en el que cerró el marcador para su equipo.
No deja de ser curioso que en esos cuatro partidos ante el Barcelona, con todos los títulos en juego, los cuatro futbolistas de más talento le hayan torcido el gesto a su entrenador tras los clásicos. Benzema se reviró tras no intervenir ni un minuto en la final de Copa ni en las dos citas de la Champions. Özil fue suplente en el partido de Liga, sustituido en el descanso de la Copa y en el partido de ida las semifinales continentales y suplente en el de vuelta. En ninguno de los cuatro duelos brilló. Cristiano fue titular en todos, pero se rebeló contra la pizarra de su entrenador por el planteamiento del Bernabéu.
En los cuatro clásicos, Pepe pareció ser más importante que cualquiera de las cuatro referencias ofensivas. Esos planteamientos nunca los imaginó su presidente cuando decidió regresar al cargo. Aspiraba a algo más que a ver a su equipo desplazándose por el campo según la pelota viajaba de pie a pie azulgrana. Sin embargo, la realidad de la distancia futbolística con el Barça se la ha dictado Mourinho a Pérez. Pero la realidad también le ha enseñado al entrenador portugués qué banquillo ocupa. Ha ganado una Copa, le ha batallado al Barça la Liga de Campeones e incluso ha podido utilizar el argumento arbitral para justificar la eliminación. Pero Di Stéfano, antes de recular, y parte del Bernabéu, le exigen no empequeñecerse.
El del sábado fue el segundo partido que los cuatro virgueros formaron en el once inicial. El anterior fue en Riazor (0-0). Un partido en el que Di Maria,Özil y Kaká no se respetaron los espacios como en Sevilla, pero que aun así el Madrid pudo ganar por dominio y ocasiones. El resultado de la concatenación de las virtudes naturales del cuarteto más habilidoso fueron seis goles y en todos tuvieron presencia. Cristiano materializó cuatro, Özil intervino directamente en el primero, en el tercero, en el quinto y en el sexto. Kaká marcó uno y Benzema asistió a Cristiano en el que cerró el marcador para su equipo.
Por primera vez Cristiano, Kaká, Di Maria, Özil y Benzema jugaron bien al unísono
La exhibición y sus protagonistas fueron acordes con la dimensión del proyecto. Desde la estética y la alineación, la imagen proyectada en el Sánchez Pizjuán quedó muy alejada de lo diseñado y propuesto por Mourinho en los cuatro clásicos. En esa serie infernal y tostona, el entrenador, acongojado por el poderío del Barça con la pelota, antepuso el sistema por encima de los jugadores. Así anuló y desnaturalizó a Özil cuando jugó, desesperó a Cristiano, desterró a Benzema y ridiculizó a Kaká en el Camp Nou, al que Karanka le reclamó más protagonismo con el balón cuando el plan de juego se lo impedía. No deja de ser curioso que en esos cuatro partidos ante el Barcelona, con todos los títulos en juego, los cuatro futbolistas de más talento le hayan torcido el gesto a su entrenador tras los clásicos. Benzema se reviró tras no intervenir ni un minuto en la final de Copa ni en las dos citas de la Champions. Özil fue suplente en el partido de Liga, sustituido en el descanso de la Copa y en el partido de ida las semifinales continentales y suplente en el de vuelta. En ninguno de los cuatro duelos brilló. Cristiano fue titular en todos, pero se rebeló contra la pizarra de su entrenador por el planteamiento del Bernabéu.
En los cuatro clásicos, Pepe pareció ser más importante que cualquiera de las cuatro referencias ofensivas. Esos planteamientos nunca los imaginó su presidente cuando decidió regresar al cargo. Aspiraba a algo más que a ver a su equipo desplazándose por el campo según la pelota viajaba de pie a pie azulgrana. Sin embargo, la realidad de la distancia futbolística con el Barça se la ha dictado Mourinho a Pérez. Pero la realidad también le ha enseñado al entrenador portugués qué banquillo ocupa. Ha ganado una Copa, le ha batallado al Barça la Liga de Campeones e incluso ha podido utilizar el argumento arbitral para justificar la eliminación. Pero Di Stéfano, antes de recular, y parte del Bernabéu, le exigen no empequeñecerse.
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